viernes, octubre 27, 2006

La última casa del callejón. Una campana ennegrecida por los años y la lluvia. Sobre el umbral, el número dieciocho. Lili no podía creer que estuviera allí. Era la primera vez que mentía para salir de casa. –A estudiar a casa de Alejandra– había dicho a mamá, que asintió con la cabeza sin dejar de mirar la pantalla desde la que seguía las peripecias de cualquier Guadalupe sufrida y abnegada. En la esquina de su casa preguntó a un policía por la dirección y el autobús indicado para el caso. Con el recorte de periódico apretado entre los dedos, Lili subió a un transporte urbano por primera vez en su vida. Nunca antes había ido sola de su colonia. La utilizada Alejandra vivía a sólo dos calles, cruzando el parque de los sauces, y Lili no sabía si era el pedacito de periódico en su mano o la extraña inquietud que la invadía lo que la llenaba de valor para aquella aventura. La más grande aventura de sus –casi– catorce años.

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